Líquido vital

Agua corriente vs. envasada: ¿la revolución saldrá de las canillas?

Durante años tuvo pésima prensa. Pero ahora, diversas miradas reivindican al agua de red como la alternativa más eficiente y sustentable para mantenernos hidratados.

miércoles 22 enero 2014

La bebida fetiche de la movida sustentable no viene en botellita ni se consigue en ningún mercado natural. No es el jugo de pasto ni la leche de almendras. Tampoco un batido proteico reforzado con espirulina. No lleva frutas ni semillas. Se trata, ni más ni menos, que del agua corriente. Sí: la que fluye en abundancia de cualquier grifo, y que durante años fue objeto de toda clase de cuestionamientos.

Parece que últimamente hemos vivido (y bebido) equivocados: cada vez más voces se alzan contra el carácter anti-sustentable del agua envasada, y atribuyen la mala prensa de la de red a una campaña de desprestigio para inculcarnos la necesidad de tomar aquella que la industria nos vende, “pura y mineralizada”. Y pagar por ella, claro.

En un reciente artículo publicado en el diario La Nación, el arquitecto Fernando Diez cuestiona “este nuevo culto por el agua envasada”, defiende su rechazo a elegir botellas descartables por razones ecológicas, y lamenta que la responsabilidad estatal de proveer agua potable y segura no figure en el anteproyecto del nuevo Código Civil.

“Al principio parecía una moda excéntrica, pero luego se transformó en una obsesión que ganó las mentes de todo aquel preocupado por su salud (…). En poco tiempo, esta extravagancia se multiplicó de un modo tal que las grandes empresas de alimentos adivinaron que sería importante posicionarse en el mercado del agua envasada”, sostiene el autor.

“La campaña fue tan ingeniosamente desarrollada», agrega, «que años después una importante mayoría dudaba de si el agua de la canilla no dañaría su salud. Al fin, el agua mineral y el agua envasada en general se transformaron en una necesidad (…). Había llegado el momento clave esperado: la gente tenía (tiene) miedo del agua pública.”

A través de cartas de lectores y comentarios al pie de la nota, varios usuarios respondieron que en muchos rincones del país la contaminación del agua corriente es tal que la vuelve realmente intomable. Frente a esto, Diez reconoce que “si en algunas ciudades el agua pública no fuera suficientemente buena, o se estuviesen relajando los exigentes y constantes controles de potabilidad que son la norma para el agua corriente, estaríamos aceptando un retroceso de lo público tanto más grave que cualquier otro”.

Elogio del bebedero
Otro de los fervientes defensores del agua de red es Lucas Llach, economista y uno de los referentes locales de la dieta paleo. En su blog La ciencia maldita, se despachó por estos días contra el agua mineral y argumentó a favor de la instalación de bebederos públicos en Buenos Aires: una movida que, según su hipótesis, traería beneficios económicos y socio-ambientales.

“La colocación de bebederos en la vía pública implicaría un enorme ahorro económico y un gran favor a la ecología”, dice Llach, que suele usar su cuenta de Twitter para promover esta idea, y cuando sale a comer afuera sorprende a los mozos al ordenar agua de la canilla.

 

¿Tomás agua de red? ¿Creés que es menos segura que la envasada? ¿Qué pensás de su sabor con relación a las versiones embotelladas y mineralizadas?

Lee la nota completa de Fernando Diez, “En defensa del agua de la canilla”, y el post de Lucas Llach, “Bebederos para todos”.

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